viernes, 2 de septiembre de 2016

SAN VÍTORES, EL SANTO QUE NOS TRAJERON LOS PEREGRINOS.

Los nombres son palabras que nos identifican, nos diferencian a unos de otros e, incluso, nos caracterizan. Hablan de nuestra familia, de alguna persona querida, del santo o acontecimiento que se celebraba el día que respiramos la primera bocanada de aire.  Astudillo, grande en su pequeñez, tiene diferentes barrios, partes del todo. Todos ellos distintos, pero con semejanzas al resto. Unos con sus propias fiestas, otros con sus plazas y fuentes, o con su iglesia presente y a veces, ausente.
Con este artículo, nos acercaremos a ese barrio astudillano, cuyo nombre, familiar para nosotros, resulta extraño para los foráneos. El origen de nuestro pueblo, como el de muchos otros de estos derroteros, fue la repoblación de los reyes cristianos. Bajo la protección de una torre fortificada, situada en el alto de La Mota, se fue desarrollando un caserío. El proyecto urbanístico de Astudillo no tendría nada de particular en comparación al de otros núcleos de nuestra provincia, si no fuera porque a la vez que se desarrolló el pueblo en torno a la torre, posterior castillo, creció también entorno a lo que hoy es el barrio de San Vitores.
Este hecho parece explicarse por la existencia en ese lugar de una iglesia, hoy desaparecida, y que dio nombre al nuevo poblamiento. Con el tiempo San Vitores se fusionó con el resto de casas para constituir Astudillo.
Sobre esa Iglesia y sus ocupantes se ha especulado largamente sin llegar nunca a una conclusión cierta por falta de documentación que así lo demuestre. La leyenda nos habla de que este lugar lo ocuparon los templarios, unos monjes guerreros cuya finalidad fue recuperar  los principales lugares de la fe cristiana en Tierra Santa. Participaron en las sucesivas cruzadas, pero la falta de apoyo de los mandatarios cristianos occidentales propició que Jerusalén fuera tomada definitivamente por los musulmanes. Entonces la orden pasó de proteger a los peregrinos a  Tierra Santa, a hacerlo a los que dirigían sus pasos  al sepulcro del apóstol Santiago. Es precisamente esta función por la que podría ser verdad su presencia en nuestra localidad, por situarse Astudillo en el itinerario jacobeo.
Sin poder corroborar la presencia de los monjes en nuestro pueblo,  cierto y probado es la existencia de una iglesia en el lugar que conocemos como Plaza de San Vitores. El documento por el que su templo pasan a pertenecer al convento de clarisas (1362) y los sucesivos hallazgos de tumbas (como atestigua Maximiliano Castrillo en su “Opúsculo”), demuestran la existencia de un edificio religioso de cierta entidad, alrededor del cual surgió un poblamiento. A lo que añado la existencia  de casas de extraordinaria calidad que presentan elementos arquitectónicos sobresalientes, como artesonados con yeserías (1760), muros medianeros de piedra sillar, reutilización de columnas  de tipología románica que sugieren un reaprovechamiento posterior de un edificio de buena factura.
La pregunta acerca del origen del nombre de San Vitores nos habla nuevamente sobre la ruta jacobea y el importante papel que adquirió en los siglos pasados en el desarrollo y crecimiento de nuestro pueblo. San Vitores es el nombre de un santo, eremita en sus orígenes  y párroco de la iglesia de Santa María de Villalba en su ciudad natal, Segisamunculum (actual Cerezo de Río Tirón, limítrofe entre Burgos y La Rioja). Su vida se desarrolla en el siglo IX, durante la conquista árabe de España. Predicador y defensor de la fe de Cristo durante el sitio de Cerezo a manos musulmanas. Fue decapitado a manos de los sitiadores por provocar sucesivas conversiones al cristianismo en el bando islámico, entre ellas el del mismo cabecilla que dirigía la ocupación. Su obstinación por anunciar el Evangelio le llevó a seguir predicando después de ser decapitado. Por eso se le representa con la cabeza entre las manos (santo cefalóforo).
En toda la diócesis palentina sólo han existido dos edificios religiosos dedicados a este santo, la iglesia parroquial de Berzosilla y la que existiera en nuestro pueblo. La presencia de esta advocación en Astudillo prueba la activa participación del mismo en la ruta de peregrinación a Compostela. Fueron los mismos peregrinos portadores de ideas, estilos artísticos, lenguas, tradiciones, etc., los que trajeron a esta villa palentina el culto y la devoción a San Vitores. Un santo eminentemente jacobeo, puesto que Cerezo  (lugar donde se le tributa culto y en cuyas cercanías está enterrado) está situado en la misma calzada romana que unía Italia con Hispania, y que utilizaron los peregrinos durante años para dirigirse al extremo occidental del mundo conocido.
Al recordar los orígenes e historia de nuestro pueblo, también he querido reivindicar la importancia de la peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago en el desarrollo de Astudillo. Sólo un masivo tránsito de peregrinos por el pueblo podría explicar la existencia de tres iglesias (en el apogeo de las peregrinaciones, dos más) y cinco hospitales o casas de beneficencia.
San Vitores y su historia me recuerdan el papel activo que tuvo Astudillo en el Camino de Santiago. Nuestra obligación es recuperar el papel incomprensiblemente olvidado y proponer una ruta alternativa, a modo de ramal secundario, que pase por nuestra localidad. Es la manera de hacer justicia a un pueblo, que durante siglos fue la principal puerta de acceso de los palmeros a nuestra provincia y que las instituciones han ignorado al delimitar el camino al itinerario relatado por la experiencia particular del monje Aymeric Picaud en el Codex Calixtinus.


Rodrigo Nebreda Cantero