Los nombres son palabras que nos identifican,
nos diferencian a unos de otros e, incluso, nos caracterizan. Hablan de nuestra
familia, de alguna persona querida, del santo o acontecimiento que se celebraba
el día que respiramos la primera bocanada de aire. Astudillo, grande en su pequeñez, tiene
diferentes barrios, partes del todo. Todos ellos distintos, pero con semejanzas
al resto. Unos con sus propias fiestas, otros con sus plazas y fuentes, o con su
iglesia presente y a veces, ausente.
Con este artículo, nos acercaremos a ese
barrio astudillano, cuyo nombre, familiar para nosotros, resulta extraño para
los foráneos. El origen de nuestro pueblo, como el de muchos otros de estos
derroteros, fue la repoblación de los reyes cristianos. Bajo la protección de
una torre fortificada, situada en el alto de La Mota, se fue desarrollando un
caserío. El proyecto urbanístico de Astudillo no tendría nada de particular en
comparación al de otros núcleos de nuestra provincia, si no fuera porque a la
vez que se desarrolló el pueblo en torno a la torre, posterior castillo, creció
también entorno a lo que hoy es el barrio de San Vitores.
Este hecho parece explicarse por la
existencia en ese lugar de una iglesia, hoy desaparecida, y que dio nombre al
nuevo poblamiento. Con el tiempo San Vitores se fusionó con el resto de casas
para constituir Astudillo.
Sobre esa Iglesia y sus ocupantes se ha
especulado largamente sin llegar nunca a una conclusión cierta por falta de
documentación que así lo demuestre. La leyenda nos habla de que este lugar lo
ocuparon los templarios, unos monjes guerreros cuya finalidad fue recuperar los principales lugares de la fe cristiana en
Tierra Santa. Participaron en las sucesivas cruzadas, pero la falta de apoyo de
los mandatarios cristianos occidentales propició que Jerusalén fuera tomada
definitivamente por los musulmanes. Entonces la orden pasó de proteger a los
peregrinos a Tierra Santa, a hacerlo a
los que dirigían sus pasos al sepulcro
del apóstol Santiago. Es precisamente esta función por la que podría ser verdad
su presencia en nuestra localidad, por situarse Astudillo en el itinerario
jacobeo.
Sin poder corroborar la presencia de los
monjes en nuestro pueblo, cierto y
probado es la existencia de una iglesia en el lugar que conocemos como Plaza de
San Vitores. El documento por el que su templo pasan a pertenecer al convento
de clarisas (1362) y los sucesivos hallazgos de tumbas (como atestigua
Maximiliano Castrillo en su “Opúsculo”),
demuestran la existencia de un edificio religioso de cierta entidad, alrededor
del cual surgió un poblamiento. A lo que añado la existencia de casas de extraordinaria calidad que
presentan elementos arquitectónicos sobresalientes, como artesonados con
yeserías (1760), muros medianeros de piedra sillar, reutilización de columnas de tipología románica que sugieren un
reaprovechamiento posterior de un edificio de buena factura.
La pregunta acerca del origen del nombre de
San Vitores nos habla nuevamente sobre la ruta jacobea y el importante papel
que adquirió en los siglos pasados en el desarrollo y crecimiento de nuestro
pueblo. San Vitores es el nombre de un santo, eremita en sus orígenes y párroco de la iglesia de Santa María de
Villalba en su ciudad natal, Segisamunculum
(actual Cerezo de Río Tirón, limítrofe entre Burgos y La Rioja). Su vida se
desarrolla en el siglo IX, durante la conquista árabe de España. Predicador y
defensor de la fe de Cristo durante el sitio de Cerezo a manos musulmanas. Fue
decapitado a manos de los sitiadores por provocar sucesivas conversiones al
cristianismo en el bando islámico, entre ellas el del mismo cabecilla que
dirigía la ocupación. Su obstinación por anunciar el Evangelio le llevó a
seguir predicando después de ser decapitado. Por eso se le representa con la
cabeza entre las manos (santo cefalóforo).
En
toda la diócesis palentina sólo han existido dos edificios religiosos dedicados
a este santo, la iglesia parroquial de Berzosilla y la que existiera en nuestro
pueblo. La presencia de esta advocación en Astudillo prueba la activa
participación del mismo en la ruta de peregrinación a Compostela. Fueron los
mismos peregrinos portadores de ideas, estilos artísticos, lenguas,
tradiciones, etc., los que trajeron a esta villa palentina el culto y la
devoción a San Vitores. Un santo eminentemente jacobeo, puesto que Cerezo (lugar donde se le tributa culto y en cuyas cercanías
está enterrado) está situado en la misma calzada romana que unía Italia con
Hispania, y que utilizaron los peregrinos durante años para dirigirse al
extremo occidental del mundo conocido.
Al
recordar los orígenes e historia de nuestro pueblo, también he querido
reivindicar la importancia de la peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago
en el desarrollo de Astudillo. Sólo un masivo tránsito de peregrinos por el
pueblo podría explicar la existencia de tres iglesias (en el apogeo de las
peregrinaciones, dos más) y cinco hospitales o casas de beneficencia.
San
Vitores y su historia me recuerdan el papel activo que tuvo Astudillo en el
Camino de Santiago. Nuestra obligación es recuperar el papel
incomprensiblemente olvidado y proponer una ruta alternativa, a modo de ramal
secundario, que pase por nuestra localidad. Es la manera de hacer justicia a un
pueblo, que durante siglos fue la principal puerta de acceso de los palmeros a
nuestra provincia y que las instituciones han ignorado al delimitar el camino
al itinerario relatado por la experiencia particular del monje Aymeric Picaud
en el Codex Calixtinus.
Rodrigo Nebreda Cantero