En
la tarde del Sábado Santo, tiene lugar una singular celebración, conocida
popularmente como
“La Titera”. Los niños de la localidad preparan un muñeco
de cartón y madera que colocan sobre unas angarillas con el que recorren el
pueblo. Disfrazados y con la cara pintada van pidiendo limosna para la difunta
“Titera”, entonando el lamento de “¡Ay
Titera lentejera, que por comer titos te has quedado ciega!”. Si algún
vecino no da nada, le echan la maldición:
“Esta señora que no nos ha dado nada,
los perros y gatos se le tiran a la cara”. La celebración acaba con el
entierro de la Titera
y la merienda de los dolidos acompañantes, con lo recaudado durante el
trayecto.